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216 ' Sermon VII. nuestros pecados , y nosotros hemos sanado con el remedio de su sangre. Ved todavía , christianos mios , nuevas y antiguas profecías , nuevos y antiguos motivos de afliccion y de amargura para muestro amable Salvador. Un traidor, dice por su Profeta David, ha abierto su boca para perderme , y ha ven- dido mi vida por treinta monedas de plata. ¡Qué pecado! Sea 'el infeliz abandonado á sí mismo: ródecle el demonio, y póngale á 'su' mano 'si- niestra < sea eternamente reprobado , y sírvale de: un nuevo crimen'la confesion de su traicion: abreviénsele los dias, y su Obispado pase á otras manos. Nó se terminan aquí mis males. El co- razon se me angustiaba con la vista cruel de los oprobrios y suplicios que me esperan: he bus- cado quien me consuele , y no le he hallado: los misinos que: me acompañaban , me abando- naron y se apartaron de mí, dexándome en ma- nos de mis enemigos. De este modo, dice el Señor, se ha cumplido el oráculo de mi Profeta : he- riré al Pastor, y se dispersarán las ovejas: Desde este triste momento , yo he sido objeto de la irrision de mi Pueblo: todo el dia he pa- decido sus ultfages y menosprecios, Mis enemi= gos han comenzado formando contra mí desig= nios malos en secreto ¿ y luégo en público me han calamniado y pedido que muera, y que mi memoria perezca. Hombres llenos de malicia se han juntado en consejo contra mí: falsos testigos me han acusado: animales furiosos y leones ru- gientes me han rodeado para devorarme; y yo
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