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contra los pretextos de la incredulidad. 139 remos. Pasemos ahora adelante con rapidéz, por- que falta mucho camino que andar. Faraon sigue endurecido , y las plagas con- tinúan. Forma Moyses una tempestad espantosí- sima de truenos, relámpagos, rayos, fuego y gra- nizos de un tamaño tan enorme qual jamas se habia visto en Egipto. Se espanta F araon, se aturde, se aterra; y horrorizado llama á Moy-= ses y le dice: Peccavi etiam nunc: Dominus Justus: ego et populus meus impii(1). He pe- cado tambien ahora, como en otras ocasiones: Dios es justo: mi pueblo y yo somos unos im= píos. Ruega.á Dios, para que cesen los truenos, los relámpagos , el fuego y:el granizo, y te de- xaré marchar con tu' Pueblo. Moyses ora , la tempestad cesa, y Faraon no cumple lo prome- tido. Castígale de nuevo Moyses con un diluvio de langostas, que devoraron todos los frutos de los campos sin dexar. una hoja verde en todos ellos, y agravando» las plagas forma unas den- sísimas tinieblas ,-tan horribles, obscuras y pal- pables; que nadie se-pudo mover en tres dias del sitio en que se hallaba, y quita la vida en una noche á todos los primogénitos de Egipto, desde el hijo del Rey que se sentaba en su so- lio, hasta el del menor y mas pobre de sus va- sallos. A este formidable golpe del brazo del Omnipotente despierta Faraon , y escucha el Clamor: de su Palacio y de todo Egipto ,.en que no se hallaba una casa sin difunto, y ren- dido'al fia por los prodigios de Divs hechos por (0) Exod p. Tomo L. S ¿ / z
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