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APÉNDICES 53 e" "SI o e PO" PR exacto en la observancia del tiempo destinado á la oración, que ni el cansancio de los viajes, ni la fatiga de la visita, fuese de dia ó ya de noche, juzgaba suficiente para eximirse de su cum- plimiento; y con tal fervor de espíritu y compostura del cuerpo cumplia estos actos de religión, que los anteponia 4 cualquier otra ocupación aunque gravísima ora fuese propia de su oficio, ó de cualquier otra suerte que fuese. Todas las mañanas antes de atender á su doméstico empleo de la visita, después de una larga y fervorosa oración, celebraba el santo sacrificio, por su propio bien y el de su rebaño: después hacia una breve plá- tica á los religiosos sobre la perfección evangélica, los deberes del Religioso y la regular observancia, con tal fervor de espíritu que encendia el corazon de sus oyentes, y los animaba grande- mente á la práctica de la virtud, Esparcida desde luego la fama de las relevantes prendas del Rmo. P. Pablo, el Católico Rey de España Fernando VI con- cibió de él una tal estima que, no contentándose con honrarle con el título de Grande de España de primera clase, le nombró para el célebre Obispado de Barcelona, El P. Colindres que estaba muy ageno de ambicionar tales dignidades, siendo por el contrario harto amante de la pobreza y humildad de su pro- fesión de Capuchino, rehusó generosamente tal oferta. Su noble renuncia no estinguió en el ánimo del Monarca el deseo que tenia de verle con el carácter Episcopal, Pero constante en su propósito el P. Colindres, lo desechó de nuevo, sin que valieran á disuadirlo ni consejo de Cardenales y Prelados, ni las repetidas instancias que para ello le hizo el Sumo Pontífice Benedicto XIV; quien quiso no obstante abstenerse de interponer el mandato de santa obediencia, por querer en esto seguir el ejemplo del B. Gregorio X su Predecesor, el cual jamás quiso obligar á nadie con Apostólico mandato, permaneciendo así el Reverendísimo P. Pablo en su humilde estado de Capuchino con singular satis- facción de su corazón y admiración de toda Roma, que no sabia decidir, si habria dado más gloria á su órden el P. Colindres con mitra y hábito Prelaticio, ó con la noble renuncia que de ello hizo. Pero la gloria que rechazó en la tierra, la halló, como piadosamente podemos creerlo, en creces en el Cielo. En el ejercicio de su empleo de Ministro General, vino la muerte para arrebatarlo de esta vida. Puesto que hallándo en cumplimiento

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