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APÉNDICES 49 A AAA AA AA A AAA ¿o - Fonsancii en su obra titulada Carta familiar.... sobre las glorias de la Orden Capuchina, impresa en Mexico en 1765, y en Madrid en 1777, pag. 44, dice lo siguiente: — El R.mo P. Fr. Pablo de Colindres, que hoy gobierna santísimamente toda la Religion Capuchina, con universal exemplo y edificacion. — Es este Padre (4 quien tuve la fortuna de tratar años ha en la Corte de Madrid) de nacion Español, natural de Colindres en las Montañas de Santander (este Lugar goza de los Fueros de Viz- caya), de la ilustrísima Familia de los Oruñas. Fue en el siglo Colegial Mayor de Santa Cruz de Valladolid, Canónigo Doctoral de Salamanca, y Catedrático de aquella Universidad, En esta fa- mosa Athenas de España era venerado por el sugeto de mas vasta, y exquisita erudicion. La valentía de su ingenio le hizo dueño de muchas Facultades, sin dexar clima por remoto, ni rumbo por impenetrable en Jas Artes, y en las Ciencias, La energía y facilidad admirable de sus conceptos: la elegancia de su estilo: la fertilidad: pródiga de sus talentos, con la amena erudición, y bellas letras que poseía, le aclamaron gigante, y asombro de Salamanca: y sin ser milagro por comun su aplauso, fue un milagro su saber profando. — Pero llamado de superior impulso, renunció la orla de Doctor, que con debido honor ceñia sus sienes: dexó la Cátedra, que con tanto aplauso regentaba: desnudóse de la Doctoral Prebenda, que obtenia: cerró los libros, y con ellos la puerta al valimiento y vanidad humana; y amor- tajando en un punto quanta ciencia, honras, y dignidades habia adquirido en sus nobles juveniles años, se quedó solo sin ha- llarse aun á sí mismo. Tomó el Hábito en el exemplar Noviciado, que los Capuchinos tienen en Salamanca, consagrando su florida edad, y nobles pensamientos al mejor templo del desengaño, Despues de profeso obtuvo en su Religion varios honoríficos em- pleos, que desempeño con el mayor acierto: y hallándose en Roma Difinidor General, le eligió la Magestad Católica de Fer- dinando el Sexto para Obispo de Barcelona, instando para ello con un empeño jamas visto; pero el humilde Capuchino renunció con una constancia, y desinteres de todos admirado. — Final-