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a! DEL P, COLINDRES 27 NIT" SM A A A A A Al que mira con tanto temor al Obispado, le está dispo- niendo la Providencia otro honor secular, de diversa linea, y de la mayor distincion. Viene á España siendo General, y se cubre de Grande de Primera clase, Padrino el Duque de Me- dina-Celi, y nuestro Gran Monarca Carlos TIT le manifiesta ge- neroso su Real benevolencia. Entre la magnificencia de este acto solemnisimo, la humildad del nuevo Grande, dá público tes- timonio de ser mayor la grandeza de su Alma; y el sumo agra- decimiento, que ofrece al Rey en nombre suyo, y de toda la Religion, aun es menor, que su humildad. Esta se sostiene firmé en el discurso de la visita, en que le ocurren honores por todas partes, sin excepcion de Nacion alguna; como sueedió á Platon. Oye á su pesar las aclamaciones populares, en que hace mucho ruido la veneracion; y al titulo de Santo, que le grita la fama, añade la devocion el exceso de cortarle algunas porciones del manto. Los Señores (1), los Pre- lados (2), los Soberanos (3) le hacen presente su respeto, y una estimacion singular; y salen á los caminos á pedir su bendicion los Pueblos enteros, especialmente en Ttalia, Flandes, y Ale- mania, Qué impulsos tan poderosos para envanecer á un animo debil! Pero ni el concurso de los Pueblos, ni la veneración de (1) El Marqués del Campo del Villar se encontró con Colindres en el Puerto de Fuenfria: baxó del Coche, se puso de rodillas, y no quiso Jevan- tarse hasta haberle besado la mano. (2) El Arzobispo de Zaragoza Don Francisco Añoa, le salió Ah recibir media legua de esta Ciudad, y arrodillandose Colindres, se arrodilló tambien el Ar- zobispo, contendiendo ambos bastante rato en esta postura, sobre quién había de ser el que besase la mano al otro, pasmadas h vista de este tierno espec- taculo las Familias de ambos Prelados. 0 (3) Nuestro Cafholico Rey Carlos III, sabiendo que Colindres padecia al- guna indisposicion en su salud estando en Esquivias, le envió uno de sus Medicos desde Aranjuez, con los deseos mas expresivos de su recobro; y en lodas las ocasiones en que lo admitió á su presencia, le dió las mas sinceras demonstraciones del aprecio, que hacia de su Persona: las que continuó des- pues de su muerte, | El Rey de Francia lo llenó de honores, y le dixo: Yo siempre seré Pro- tector de vuestra Religion. Y el Secretario de Estado el Conde de San Florentin Je escrivió de su parte: Que conservaba una verdadera estimación de su Per- sona ; que hacia justicia á su buena intencion, y zelo;y que los contrarios d su sabia conducta probarian su desgracia, quando los otros continuarian en recibir las pruebas de su bondad. y | |

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