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DEL P. COLINDRES 25 . ” La época de su profesion, fue la de todas sus hazañas; y los progresos heroycos de una virtud á otra, fueron la ocupa= cion de su espiritu. Paso en silencio la prontitud de su obe- diencia, la observancia de las Constituciones y ceremonias, la puntualidad á todos los exercicios de penitencia, la asistencia al Coro, igual en las horas del dia, y de la noche, el Sacrificio de la Misa celebrado fervorosamente, el retiro, y el silencio nunca interrumpidos, sino por la caridad, 0 lá necesidad; ofreciendo á todos una conducta perfecta, pero regular, y nada extraordina- ria. Ni puedo hablar de lo que obra en el santuario de su Alma, porque los Heroes en la linea de la virtud, no quieren ser vistos de otros ojos, que los de Dios. El fundamento de sus virtudes es el mas sólido: la profun= didad de su entendimiento es la medida de su humildad; y los mas baxos exercicios domesticos, que miran con tedio los que sirven, son gustosa ocupacion de sus manos. Sabe, que las ventajas de unos fundaron la distincion, la distincion motivó la preferencia, la preferencia engendro la ela- cion, y elevados asi sobre los otros, dexan á la humildad en una larga distancia; pero Colindres la conserva junta con la no- bleza, y con la sabiduria, Estimable alianza! Ni esto solo: la lleva consigo á las alturas á que lo levanta la Religion á pesar de su resistencia. En ellas mira siempre como iguales á sus Subditos. Se abstrae á si mismo de su Dignidad: se rinde al dictamen de sus Inferiores; y siempre que se firma, se llama indigno Capuchino. Esa pasion furiosa, que pasando facilmente los terminos de la equidad, y rompiendo las barreras de la justicia, olvida todo- respeto por el placer de ocupar las primeras sillas; la ambicion, es el mayor enemigo de Colindres. Quisiera que se hubiese per- dido su memoria para que lo dexáran en quietud los noticiosos de sus talentos, y los veneradores de sus virtudes: y quando lo buscan las Dignidades, turbando la paz de su retiro, y la sere- nidad de su espiritu, él las huye con mas ardor, que las anhela la ceguedad de sus pretendientes. En vano el Rey Don Fernando VI le honra con el Obispado de Barcelona; Colindres lo renuncia, y escribe al Primer Mi- nistro, que lo ponga A los pies dela Magestad, y le presente la incapacidad con que se reconoce, ya por carecer de las pren- A + e e

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