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DEL P. COLINDRES 23 gun modo para reynar en los corazones: Era, si, la que siendo interprete de la razon, y organo de los afectos del Alma, sabe el secreto de manejar los resortes de las pasiones, y aprisionar dulcemente los Alvedrios. Esta fue la que usó en los Sermones, que predicó en Orán, en los que llenaron de admiracion á la Corte, y en las Consultas, y Papeles, que escribió sobre varias materias, en que se ostenta la magestad de los pensamientos, la nobleza de la expresion, y un laconismo, que presenta mu- chas idéas en pocas voces. Mas ya se abre otro Teatro mas augusto, y digno de mayor veneracion: Este es el Santuario de sus virtudes, SEGUNDA PARTE. En medio de los honores, aplausos, y esperanzas de la ma- yor fortuna, Colindres se conoce á si mismo: He aqui un nuevo Sabio. Mira lo que posee, y puede esperar de un Mundo enga- ñoso, y entiende, que todo es vanidad, y afliccion de espiritu. Lo vuelve á mirar, y lo desprecia, como si no existiera, Pero no pisa una vanidad con otra, ni un fausto con otro fausto ma- yor, ni ama la soledad por no depender de otro, como los Egois- tas; ni pone la vista en aquellos desiertos, que tienen algunas inocentes comodidades: se le van los ojos al que no admite, sino rigores, mortificaciones, pobreza, desnudéz, y desprecio de las «comodidades terrenas, Percibe en lo intimo de su pecho un mo- vimiento, con que Dios le va guiando al Claustro Capuchino, donde quiere hablarle al ina, y él corresponde, diciendole «le este modo: Eterno ser! cuya Providencia Altisima gobierna el Universo racional con suave fortaleza, pues me ilustras, y lla- mas con instancia tan dulce, y poderosa, ya voy 4 donde me des- tinas: voy ú donde no me puedan seguir, ni honras, ni rique- zas: voy ú sepultarme vivo, para vivir á fi solo. Sostén mi fla- queza, y conserva este sagrado ardor, que me inflama, Me detiene casi sin libertad la ternura de este lance... La resolucion se exeeuta. Escribe dos Cartas: una al Retor

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