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E h E > rajas % > sd a 7 t AS EPA «e A e , ; A E St si A s AE s Ms 4 y DAR O de O A 18 ELOGIO las muchas y pesadas taréas, que ofrece este oficio, entra en las de la Catedra de Decretales de Salamanca, que le confere el Rey, la que desempeña con general aplauso, anunciandole mayores ascensos la voz pública, al vér, que conformes la jus- ticia, y la fortuna le miran con ojos igualmente favorables. Aumenta los aplausos de su nombre una pretension en ma- teria de Decimas, sostenida contra algunas Iglesias Catedrales, la que le obliga á escribir dos Papeles en Derecho. La verdad, que salió siempre de su boca con una magestad augusta, brilla en ellos con la misma pureza, y claridad, con que la concibe su entendimiento. Presenta las Leyes de la Iglesia, con toda la au- toridad de los Derechos, Natural, Divino, y Escrito. Expone la legitimidad de los de las Catedrales, dá el peso correspondiente á las Bulas Pontificias, penetra con una perspicacia delicadisima la naturaleza de los Privilegios, y la intencion de los conce- dentes: Se opone á los que deshacen la Ley en vez de cum- plirla, á la libertad de sus interpretaciones, al abuso de la be- neficencia Apostolica; y executa todo esto con tanta solidéz de razones, y selecta erudición, que le da toda España el renombre de Sabio, y Literato de primer orden. Sobre estas ocupaciones, propias de su oficio, el amor á las Ciencias lo entrega al estudio de la Theologia Moral. Extiende su vista á todas las opiniones, las confiere con los Sagrados Ca- nones, pesa en justa balanza los argumentos de todas, y pene- trando sus fondos, aspira á acercarse al centro de la Sabiduria, que es la verdad. No pára en la apariencia, por mas que se la presenten con un artificio brillante: ni lo mueve la multitud de razones, quando sabe, que las alegan los errores: solamente lo arma el peso de la razon: y en la edad del ingenio goza la del juicio; no inclinandose jamas al extremo del rigor, ni trope- zando en el escrupulo, ni cayendo en la laxitud, de quien se publica enemigo irreconciliable, Sola la sanidad de la Doctrina dice bien con la constitu- cion de su entendimiento. Sus lagrimas tienen por obgeto aquel temperamento, que presumen hallar ciertos genios indulgentes, acomodando las cosas divinas á las humanas, torciendo la rec- titud de las Leyes, y jugando la Doctrina á gusto de las pa- siones, adulterandola con una falsa politica, la aceptacion de Per- sonas, la tyrania del interés, y el favor de los Poderosos; pero

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