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78 Paz Interior. entónees la mediania de vuestra gracia, la multitud de vuestros defectos, la aridez de vuestra alma, no os darán este disgusto, que nace de la ambicion, y que produce la tris- teza. Sin tener estas grandes gracias, de las cuales os debeis juzgar indignos, poseeréis uno de los mayores bienes, que ellas pueden producir, que es la paz del corazon; y esta- reis libres del riesgo de un gran mal , que suele resultar por nuestra perversidad, que es la presunción de nuestra alma. Vosotros os enriquecereis , sin riesgo de vuestra po- breza, no con el perezoso, que aborrece el trabajo, sinó con el humilde que teme el fausto. Puede ser, que penseis, que este no es el remedio que necesitais, ni que es vuestro mal aquel contra quien está recetado; pero fuera de que esto mismo prueba, que teneis nece- sidad de él, debeis entrar en un deseo grande de usarlo, porque no puede dejar de traeros mucha utilidad, cuando es cierto, que los ojos de Dios se detienen sobre el humilde, y sn vista, toda luminosa, disipa nuestras tinie- blas, y desaparecen con ellas todas nuestras perplejidades y dudas. XXXV. Cuando fuera el Demonio la única causa de vuestros escrúpulos (y yo creo que, por lo menos ejerce eu esto mucho inflajo), el remedio de que hemos hablado, seria sin duda muy saludable. Las principales fuerzas que de- bemos oponer al Principe de los soberbios, son, la humildad, que lo confunde; la obe- diencia, ane lo desconcierta: y la oracion,

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