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54 Paz interior. XVII. Decís que vuestros Confesores n: pueden ver lo que pasa dentro de vosotros, ni entender el testimonio que os dá vuestra conciencia. Y ¿por qué no añadis que es cosa de espanto, que Dios los haya hecho Jueces di lo que no pueden llegar á conocer? ¿ Pensais que os conoceis á vosotros mismos ? Os enga- ñais: porque estais muy cerca de vuestro co- razon: y vuestros Directores os ven desde una justa distancia. Un Médico no padece el mal del enfermo: sin embargo juzga por los sip- tomas, mas acertadamente que juzgaría el en- fermo de si mismo. Jas aún : Este testimonio de la conciencia, que os infunde tanio miedo y que os hace re sistiv a los que os dirigen, ¿está puro, y li- bre de incertidumbre? No os atrevereis á de- cirlo. La decision de vuestros Directores ¿no fienen sus caractéres? No podeis negarlo. Pues ya no teneis que decir por qué condescendeis, y os rendis á un testimonio incierto y confuso con preferencia al que es seguro y claro. XVHIE Lo he dicho ya: mas no dejaré de repetirlo. La obediencia es el grande y casi único remedio de los escrupulosos. Esta debe ser pronta, resuelta y constante : debe ser el fruto de una enlera confianza, y no de una autoridad despótica: debe rendir el entendimiento, del mismo modo que el cora- zon: de otro modo, el remedio será peor que la enfermedad : y esto no es porque sea necesario hacerles muchos razonamientos para convencerlos ; antes bien, rara vez se les hn

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