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52 Paz interior. das las potencias de su álma percibía y sen- tía la agitacion 1: y esto consiste, en que las pasiones sutiles se insinúan é introducen por todas partes: tales son las de una amistad inocente, las de unos placeres legítimos , las de un saber necesario, y las de unos per- mitidos deseos. Esta pues, escesivá vivacidad de nuestro ge- nio, es la que turba é inquietá la calma de nuestra álma, y es preciso deprimirla. El me- dio es fácil de hallar; mas no se practica tan fácilmente, y menos con un suceso favorable y sensible, porque la actividad se apaga len- tamente, pero cuando la obra es mas dificil, Ta recompensa es mas grande; y por conse- cuencia, debe avivarse mas nuestro celo, apli carse nuestra vigilancia, enfervorizarse nues- tra flaqueza y consolarnos en el trabajo que DOS cuesta. Si san Francisco de Sales, empleó tantos años en moderar su vivacidad , y en ven- cerse perfectamente ¿debemos nosotros, ó ha- cer poco caso de este empeño, ó desesperar de lograrlo? Un natural lleno de fuego, á larga distancia” puede alejarnos; y aunque no ÑOS precipite ni nos fsligue con demasia, es preciso llevar Jas riendas cortas. Gobernémonos nosotros mismos, del modo on que nos portimos con un muchacho de una estrema vivacidad, del cual queremos que obre con la gravedad que corresponde á una edad mayor, en cuya conducta desde que co- 1 In me nibil sedet. S. Bernard.

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