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9% Paz mterior. ma; y ocupando la paz el medio, se halla muy lejos de la una y de la otra. Inútilmente representariamos aquí todos los malos efectos de ese humor oscuro y meltwcólico; porque todo el mundo sabe que nos hace perdler toda la calma interior, y que estendiéndose a la parte de afuera, nos vuelve sospechosos , ti- midos, impacientes , insoportables á los otros y á nosotros mismos. En este estado, parece haber perdido el alma todos los talentos de la naturaleza y de la gracia , y que yacen come sepultados entre las ruinas del interior edificio; apenas se puede concebir un buen pensamiento: nada se presenta al espiritu que no sea con- gojoso, y muchas veces obsceno; y en fin se huye de los hombres, y no se arrima 3 Dios; y asi, ni se tiene mérito en el reco- gimiento, ni se logra alivio contra la disipacion. Asi como hay una alegría, que agrada a Dios 1, así hay una tristeza, que es conformo a su voluntad 2. Por eso el Apóstol, que nos exhorta á que vivamos alegres, se regocijó de que los de Corinto estuviesen tristes. Y asi fué la alegria de María Santisima entre los brazos de su prima Santa Isabel, y su amarga tristeza estando al pié de la Cruz. Ambas con- curren á procurarnos la paz del alma, bien distantes de purgarla ó impedirla: porque la una es freno contra nuestra ligereza é incons- taucia; la otra es un consuelo para nuestra fla- l_ Gaudete in Domino semper. Philip. 4, 4. — 2Que seeundum Deum tristitia est. 2 Corintha 7, 10.
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