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e 298 Paz interior. y eorre en ella gran riesgo la paz del corazon. Esta es, la comida. Poras acciones hay en que la apresuracion sea tan ordinaria y tan funesta. La razon y la necesidad puede ser que la comiencen solas; +pero la sensualidad y la actividad, no tardan mucho en juntarse a ellas, y bien presto toman su asiento y hacen su oficio. Estas p»siones hacen tanta ruina en el alma, que en un momento se vuelve in- grata y desconocida, una sola destemplanza destruye en vosotros todo lo que la sobriedad, et retiro, el recogimiento y la conversacion ron Dios havan hecho en mucho tiempo; como destruyó en los Hebreos todo lo que su Santo Legislador habia hecho con Dios en cuarenta dias sobre la santa Montaña !. Un gran Santo dice que la glotoneria abre la puerta de nues- tra alma, y que entónees nuestros enemigos antran en ella de tropel. Pregunto ahora: Y ¿el silencio y la calma pueden reinar allí? No. sin duda no; y el uno y el otro reina- vian antes en una Plaza, en que un ejército que la sítia, entra precipitada y tumultuosamente por una puerta, que ha abierto con secreto y habilidad. Por esto una de las máximas de los antiguos Solitarios era que en vano se traba- iaba en estirpar los otros vicios , sinó se co- menzaba por desarraigar este. Deténéos pues desde que percibis vuestra apresuracion. Elevad vuestro eorazon ú Dios. 4 Qundraginta dierum laborem ac perseverantiam , Dei servo continud jejunante ac orante, una populi ebrietas cas- som irritonque reddidit, S. Basil. Homil. A. de Jejunio

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