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270 Pas interior. delante de nuestras propias faltas, cuando por ls parte de afuera reprendemos las de los otros; y pensemos que estas son mucho menores que las nuestras. El pensar esto, sera muchas veces con verdad y siempre con ulilidad. Esta idea derramara en nuestras almas una dulzura, que corregirá el veneno de la pre- suncion, curará la hinchazon de la autoridad, y echará sobre nuestras palabras y modos, un aire de candor, de caridad y de prudencia, que ganará á nuestro prójimo. Llevemos al menos con una aparente alegría , lo que nos atormenta el eorazon. Y esta práctica es ne- cesaria sobre todo, dice san Agustin , cuando el reprendido , teniendo costumbre de opo- herse a muestro aviso, se cree autorizado para despreciarlo con indignacion eomo una teme- raria singularidad, XiV. Concluyo pues sobre las faltas de vuestro prójimo, como hice sobre las vues- tras diciendo con san Francisco de Sales, que debeis mirarlas antes con eompasion, que con indignacion; y con mas humildad que severidad ; porque ni la caridad ni la razon os permiten ser mas rigurosos con los otros, que con vosotros mismos, Y si ne podeis tener la paz. interior sin lleyar tranquilamente vuestros defectos de que estais: llenos; tam- poco sabreis conservarla , sin sufrir paciente- mente los de los otros, que os «están ro- deando. Vuestro celo sez limitado; pero vues- tra paz sin limites. Dios no quiere fiaros sus intereses, 4 al menos no quiere que los to-

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