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264 Paz interior. llenas de defectos. ¡Qué mucho hariamos nos- otros que estamos llenos, de pecados, ¿ó al menos de imperfecciones , en sufrirlas en los otros, cuando los sufre Jesucristo con tanta bondad , en aquellos que ha honrado con su confianza ! Dios, todo celoso de su gloria, lleva con paciencia desde el principio del mun- do , este diluvio de crimenes de que está inun- dado; y aunque esté afligido por los defectos que vé en nosotros, en los otros, y en aque- llos á quienes ha llenado de favores, se les disimula y su paz no se vé alterada por esto. XI. A vista de tales ejemplos ¿ qué defeec- tos no podremos sufrir ? Algunos hay, á la verdad que parecen insoportables á aquellos mismos que los tienen. Pero ¿quién resuelve condeparse a si mismo ? Ninguno. Tod:s te- nemos una oposicion personal á cualquiera de fecto, como una pasion particular para cua!- quiera otro, Pru: ba cierta del desarreglo de nuestro juicio, como del de o conducta. Lo que mas condenamos, no es lo que una razon desinteresada nos representa como lo mas considerable ; sinó aquello de que el sútil amo: propio nos persuade de que estamos libres. El uno se altera contra una falta de razon: el otro mira como un crimen la ingratitud en las cosas mas pequeñas. Este perdona facil mente una primera y segunda falta; pero la: frecuentes recaidas acaban con su paciencia. Aquel hace gracia de una falla, de la cual no busca disculpa; pero si quiere -eseusarso uña, desde enlóneos le varece ¡nescusable, Se

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