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Práctica., 249 a esíe Capitulo, sin hablaros de esta muy en particular; porque son necesarias algunas pre- cauciones contra la apresuracion temeraria, que sucede alguna vez á la pusilanimidad y al abatimiento. Digo pues que debeis estár tan tranquilos en vuestra conversion, como pa- cientes en vuestra Caidas Lo uno, es casi ¡n- separable de lo otro; y los que ven sus fallas con mas humildad que despecho , gimen con mas paciencia que actividad. El mismo orgullo que consterna y desalienta cuando esta abatido, inflama y trasporta cuando está elevado. Él pasa en un momento de la desesperacion dá la presunción ; y siempre con el mismo prin- cipio, que es la confianza en si mismo: se melancoliza y desespera cuando se vé confun- dido; y esta fiero y arrogante cuando cree hallar en si mismo los recursos. Pur tanto nada espereis de vosotros mismos : esperadio todo de Dios, tanto el arrepentimiento como el perdon; y el deseo, y pensamiento mismo de volver á él; y vuestra penitencia será sim- ple, humilde y constante. e El hijo Pródigo es el modelo de los verda deros penitentes, Vedlo presentarse á su padre con un ajre grave, y serio , pero penilente y modesto. No se golpéa la frente, no se ar- ranca los cabellos; pero la buena conducta que se propone para adelante, no le deja to- mar un aire firme y seguro. Testibica ingénua- mente los sentimientos de su dolor : no em- plea grandes discursos para esprimir su vivo pesar y sus sinceras resoluciones: su conti- Paz interior Y

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