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Práctica. 223 del espiritu de Dios sinó cuando se presen- tan los mónstruos para aterrarlo, ó los ene- migos para combatirlo 1. Y asi, pueslos otra vez sobre aquellos que os hacen temblar aun desde lejos, debeis fortificáros bien lejos de debilitáros por el temor. Nada hay mas formi- dable para los demenios, que un alma que une lo confianza en Dios, al desprecio y des- confianza de si misma. Esto: es lo que ellos confesaron á pesar suyo, mas de una vez al Abad Moisés: «Tú nos has vencido , Moisés »(le decian), y todos nuestros esfuerzos Son » vanos contra li; porque cuando queremos ubatirte para hacerle caer.en la desesperacion, rte elevas; y cuando queremos elevarte para »entregarte a la vanidad , te humillas. » IX. En fin, pues solo aquel temor que detiene nuestras pasiones y que escila nues- tro fervor, es un verdadero bien; y el que no sirve sinó para afligirnos . abatienos y qui- tarnos el gusto de las cosas divinas , y debili- tar los deseos de nuestro aprovechamiento, no puede ser sinó mal y un grande mal: debe- mos aplicar todos nuestros esfuerzos para lo- grar su destruccion. Lo haremes pues, re- flexionando que este no puede venir de Dios, pues nos aparta de él; y no puede ser otra cosa que maniobra del maligno Espiritu, pues es tan conforme con sus deseos. Lo haremos con una devocion tierna que dilale el corazon, duleilique sus llagas y que ponga en fuga. al 1 San Francisco de Sales , Epist. 30, lib. 3 u 13.

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