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198 Paz interior. deza de sus movimientos, ni la pureza de sus idess, ni la vivacidad de sus -sentimien- tos, ni la firmeza de sus resoluciones. En fin, no' se sabe ya dónde está mi casi lo que es: y no volverá á-poseerle hasta calmar las in- quietudes ; distrayéndose con el desprecio de todo lo que las escita, y retirándose a su inte- rior. Y este es el único medio de disipar las nubes, que se oponen á está dichosa serenidad. Pero supongamos que la tentacion fué hor- rible, que ha hechó una ¿mpresion profunda en vosotros y que os sentis apasionados al mal. No importa : estad: tranquilos en el: combate, pues no estais heridos; pero os espondreis a serlo como mortales, si no os poseeis. La im- presion es uh sentimiento que os hwmilla, y no un consentimiento que os huga culpables. La pasion es una enfermedad de vuestra' natu- raleza, y no un desórden de vuestra volan- tad. El horror y la vergúenza del pensamiento, que Os causa tanto temor es, entre otras co- sas lo que debe aseguráros; pues cuanto tiene de horrible, tiene para vosotros dé peligroso; y cuanto mas temais asi, estais menos suje- tos al temor. Y si no decidme: ¿cómo ama- riais lo que teneis miedo de ver? Y ¿cómo Dios que no se prueba sinó por un amor s0s- tenido vuluntariamente, os condenará por un pensamiento que os aflige ?
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