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£scelencias. vían mejor dirigidas, cuántas devociones falsas reclificadas, si nunca saliésemos de esta paz que nos conduce á Dios sin ruide y sin turba- cion, y si á lo menos miráramos como sospe - cheso cuanto tienda á perturbar esta dulce paz! He dicho por sospechoso , y no por falso, porque suele suceder que, un movimiento de Dios vaya acompañado de otro que sale de nos- otros ; y solo este último es el que nos agita y conturba. Este es el ordinario defecto de los génios, y naturales muy vivos, que hacen en- lar su propio ardor en todas sus acciones. Su imaginacion se iofluma facilmente, y no pueden llegar al caso de obrar mucho tiempo de una Manera apacible , sinó despues de un largo uso de recogimiento y de paz; y á fuerza de poner moderacion á su genio, y debilitar Y «“mortiguar su actividad. Mas aun para estos mismos es la paz un medio de discernir los mo- vimientos de Dios, de los que nacen del fondo de su genio. ó natural; porque si apenas se sienten animados de un activo y apresurado ardor, dirigido á hacer aquel bien que ellos se proponen, saben detenerse, llamar al Se- vor, tomarse tiempo para reflexionar. y mu- dar de objeto por entónces; verán bien presto que decae aquel apresuramiento y calma aque- lla turbación; y si viene de Dios aquel deseo, queda sola la paz en el fondo de su corazon con la buena voluntad... ¿ quien él la tiene Prometida ; y este modo de proceder en este asunto , hará evaporar cuanto haya en el cora- On de natural y de humano. Y mientras dure

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