BCCPAM000545-1-05000000000000
176 Paz interior. este órden, seria formalmente contraria á la de Dios. MI. Hay dos cosas en la virtud, que pue- den escitar nuestros deseos. La una es la vir tud misma , y los grandes bienes, que ella nos ofrece; la otra es el esplendor de la virtud y la gloria, que nos trae. Los Santos que no tenian á la vista sinó el primer objeto, buscaban la perfeccion con deseos tranquilos y de apacibles movimientos ; pero nosotros que tambien miramos al segundo, y tal vez econ una consecuencia de nuestra eorrupcion, le damos la primera plaza y queremos ser perfectos , hasta impacientarnos de que no lo somos. El retiro de los hombres en que vi- vimos , puede ser que nos engañe y nos haga creer que nuestra vanidad no entra para cosa alguna en nuestra apresuracion. Pero nadie hay del todo separado del mundo; y el orgullo codicioso se inclina á todo; y arrastrando á su pesar su altivez, mendiga los aplausos de los mismos á quienes desprecia , y no lo hace esto menos que cara a cara; y querria mirarse alli, sin atender a que no le pertenece á nues- tra virtud, mirar Otras pérdidas que las nues- tras. Pero las caidas de muchos antiguos Ana- eorelas que se perdieron por la vanidad, son una prueba fuerte y un ejemplo formidable t. Acostumbrémonos pues. á- mirar sin tesar nuestros pecados é imperfecciones ; y no mi- remos sinó rara vez y solamente por verda- 1 Vida de los Padres del desierto, tom. 2. pág. 47.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz