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Práctica. 145 la primera calma , para poder dilatar vuestre corazon delante de su Majestad Divina; por- que esta misma turbacion debe inspirarnos la mas llena y gustosa confianza en su bondad; pues Dios jamás ha estado mas cerca de vos- otros, que cuando padeceis por él, no solo las penas de fuera, sinó tambien las que Su- fris dentro del corazon 1. Decidle entónces con una simplicidad tranquila: «Señor , vos sois testigo de mi situacion amarga : mi alma está »triste , y abatida : mi entendimiento está en »un continuo estravio : mi imaginacion se me lleva muy lejos, si quiero seguirla ; y me »agita y cansa, si quiero detenerla : la turba- »cion de mi corazon, es estremada : los ne- »gros vapores que levanta su fermentacion, »me Ofuscan y aturden : apenas me hallo pre- »sente á mi mismo, ni estoy en mi sinó por »el sentimiento de mi dolor: las mas sensi- »bles penas, los mas vivos temores , las imá- »genes mas oscuras, las reflexiones mas en- »fadosas me cercan de tropel, y devoran á mis »ojos cuanto podia servir á mi corazon de »comsuelo 2. Si quereis darme una situacion »mas tranquila, fácilmente lo podeis hacer. >» Una palabra vuestra , basta para poner en »calma este alterado mar. Un rayo de vues- »tra loz puede disipar en un instante estas tinieblas , y volver la serenidad á mi alma. 4 Juxtaá est Dominus iis, qui tribulato sunt corde. Psalm. 33, 19. — 2 Circumdederunt me mala, quo- rum non est numerus, et non potui ut viderem. Psalm. 39, 13.
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