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116 Paz interior. la imaginacion , que se desearian tener, an- tes que carecer de ellas. Quita la inclinacion 1 las grandes austeridades, que son fuera de obligacion, en las cuales un alma, á quien conduce Dios al desamparo, buscaria un re- eurso. Estima en nada todos los gustos sen- sibles, que en efecto hacen menos que nada en aquellos que los tienen en algo. Ese alma, pues, en quien con la privacion de todo ar- rimo sensible, no queda mas que la fé con sus oscuridades, la esperanza con sus incer- tidumbres, la caridad mas envuelta en tinie- blas, que la esperanza y la fé; el cumpli- miento de las obligaciones comunes, que nada tienen. de personal; la paz del corazon, que carece de alicientes que la vuelven á llamar, y que la hagan presentes á si misma; una me- ditacion seca de los misterios de Jesucristo, y de todas las verdades de la Religion, y un profundo olvido de todas las cosas del mun do: esta alma, digo , hallándose sola con Dios solo , se estremece y tiembla de esta vasta soledad. Pero si ella confia en Dios, si esta contenta de no tener sinó á él solo, ¡cuán interesado estará este Dios de amor por su satisfaccion ! ¡Cuántos progresos hará en los caminos interiores! ¡Cuánto se asegurará la paz. en su corazon! Estará como suspensa en el aire, sostenida por el mismo abandono, que ha hecho de sí misma en la Divina Providen- cia, asi como el Profeta Abacue, cuando fué llevado por uno de sus cabelios. Pero ¿estara segura sobre un apoyo tan flaco en la apa-

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