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110 Paz" interior. al parecer tan severo, los protegía con otro muy excelente : les servia de guía en tan vasto desierto , y marchó siempre á su frente : los instruyó por sus oráculos; y proveyendo á todas sus necesidades, el Cielo les dió de co- mer todos los dias: las aguas manaron con abundancia de un árido peñasco; y sus vesti- los fueron conservados con un prodigio. ¡Hé aquí el Dios á quien servimos ! ¡ Hé aquí cuánto nos ama, el mismo que nos castiga! El ejemplo de un gran Santo es mas pro- pio para mi asunto. Ved uno, que se entre- tiene con las personas religiosas, entre las Julzuras de lus ejercicios espirituales; y ha- llandolos menos versados que él, siente ele- varse del fondo de su corazon, yo no sé qué movimiento de complacencia, que no reprime muy presto; porque los Santos mismos no han evitado siempre las sorpresas de un sutil amor propio. ¡Qué advertencia para nosotros! Y ¿qué le sucede entónces? Que por esta falta lo entrega Dios por muchos años a las ari- deces y desolaciones interiores, mas sensibles que la muerte. Una de vosotras, almas timi- des! á quienes se dirige ahora mi discurso, habia creido que ya se habia concluido todo para ella, y que Dios la habia abandonado sin remedio; pero apenas conoció el precio de estas misericordiosas severidades , concibió nuevos motivos de feryor y confianza, y sacó tanto provecho de su pena, que hizo que con- eurriese mucho á su santificación su misma dalta. Obró como la Esposa de los Cánticos,

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