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94 Paz interior, CAPITULO IV. El favor moderado. Pozo si es preciso cumplir todos los ejerci- cios piadosos con fidelidad, no debe ser con un fervor procurado con grandes y extraor- dinarios esfuerzos ; porque no necesita el alma de un fervor todo corporal: quiero decir que, todo lo que se añade al movimiento que |debe venir de Dios, y á la fidelidad que le debe- mos, es extranjero á la devocion y contrario á la paz del alma. Llamemos, pues, nuestras obligaciones de piedad en su tiempo y.en su estension , con modestia en el esterior, con respeto en el interior, con atencion en el entendimiento, con resignacion y obediencia en el corazon, y dejemos á Dios el cuidado de todo lo demás. Tambien es preciso no in- quielarnos sobre todas estas disposiciones con una solicitud escrupulosa, que guste menos á Dios que á nuestro amor propio. Juntemos el celo á la santa libertad; y de esto resultará no la exactitud de un deudor soberbio que quiere redimirse y no deber nada; ni de un esclavo infeliz, que sirve á un dueño terri- ble, sinó la atencion apacible de un niño dó- cil que sirve á un tierno Padre. Esta fidelidad en los tiempos y la estension de los deberes, no ha de ser geométrica, sinó ordinaria. El esterior sabe estar con gusto, por modestia y no por miedo ni por afectacion : el respeto
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