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que 4 veces una nube de tristezi venia 4 velar momenténeamente su rostro. Durante todo aquel tiempo conservaba su rosario en la mano, ora inmovil, abismada en la contemplacion de aquél ser divino, ora pasdndolo irregular- mente entre sus dedos, 6 ya to- mando el movimiento ordinario. Hasta aqui el Sr. Estrada. | En un momento dado Bernar- dita se adelant6, andando sobre sus rodillas desde el punto donde rezaba, es decir, desde las orillas. del Gave hasta el fondo de la Gruta, que se hallaba 4 unos quince metros. Mientras subia aquella pendiente algo escarpada, oy6 de los labios benditisimos de

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