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8l — al pecador, para que, aun en me- dio de sus extravíos, no se endu- rezca su corazón, y vuelva en sí, y se convierta y se salve. Si algu- no se pierde, no eche a nadie más que a sí mismo la culpa de su perdición, porque Dios nos ha descubierto en su Madre en estos últimos tiempos por medio de Bernardita, todos los tesoros de su gracia y de su amor. Nosotros que tenemos la dicha de ser el objeto de la solicitud maternal de María, y que nos hemos consa- grado a Ella ingresando en su Co- fradía, portémonos como verda- deros hijos y devotos suyos, cum- pliendo con las obligaciones que contrajimos al ser regenerados

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