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ta, a la manera que por los rayos de luz que iluminan las cumbres de las montañas, conocemos que el sol está presente en nuestro horizonte. Una misteriosa conversación se entabla entre la Reina de los cie- los y la humilde pastorcita de la tierra, no dedignándose aquélla de comunicar a ésta un tercer secreto. Y ahora, añadió la Virgen después de una pausa, vé a beber y lavar- te en la fuente, y come la yerba que brota junto a ella. Bernardita se quedó suspensa al oir la pala- bra fuente, y sin apartar los ojos de la Virgen, se dirigió hacia el río, pues por aquellos parajes no había más agua que la que arras-

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