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citado la curiosidad aun de aque: llos que hasta entonces por un soberano desdén hacia lo que ellos llamaban superstición, no habían querido mezclarse con la multitud para examinar de cerca los he- chos; resolvieron, pues, acudir en adelante a la Gruta, siquiera fuese para presenciar la decepción popu- lar. Uno de esos espíritus fuertes o librepensadores, que no ereía en nada de lo sobrenatural, acudió a la Gruta al día siguiente a aquel en que la Santísima Virgen había encargado se le edificase una Ca- pilla. El mismo nos va a referir sus impresiones nada sospecho- sas, Llegué, «dice el Sr. Estrada, muy

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