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6 na, le presentan sus hijitos, hablan luego de El a sus padres, esposos, hijos; se convierten en apóstoles de la virtud y del bien, y renuevan con su fe y abnegación la sociedad entera: ! La Misión, señoras, está en vuestras manos, su fr_uto depende de vosotras. Tomadlo con ca– lor e interés y no faltéis a la Conferencia especial que se os dará a vosotras. ¡ Madres, esposas, jóvenes, la Mi– sión os espera, o mejor dicho, Dios, · para hablaros al corazón. Por la noche El acto más importante de la Misi6n En él tienen cabida todos y t odas. Es la reun10n magna de todo el pueblo, de toda la fami lia; cristiana en la Casa de Dios, en nuestra Iglesia . Es Dios, nuestro Padre, que llama a sus hijos para hablarles a la inteli– gencia, al corazón y aun a los sentidos, e invita para bendecir y perdonar, para consolar y salvar. No presentes excusas: si no cabemos en la Iglesia, la agrandaremos o buscaremos otro sitio. Allí tienes preparado un asiento, te b_uscaremos buen puesto y si necesitas algo, pídelo al misionero, que se interesa por ti. Te -encargo, además, que no vengas solo; trae con– tigo a tu hijo, a tu hermano ; invita a tu padre, a tu amigo ; acompaña, a; ese otro que ha olvidado el camino de la Iglesia o que tiene reparo porque hace cincuenta años que no se ha confesado. Puedes asegurarle de mi parte que esos son mis preferidos amigos, y que no que– darán descontentos después de habernos tratado, estre– chado nuestras manos y abrazado fraternalmente. ASISTENCIA A LOS ENFERMOS Preocupación de los misioneros son los enfermos, achacosos y ancianos. No pueden acudir a la Iglesia,

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