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OS persuadido de que ha de pasarse a mi campo, cuando se le vean las orejas al lobo, y empiece a tener realizaci6n esa serie de refranes con que el _ pueblo expresa de mil maneras la sancién de los Mae ee eee delitos, v. g.; Al freir serd el reir. Al pagar me lo dirds. Para verdades el tiempo, y para justicias, Dios. No hay plazo que no se cumpla, ni deuda — que no se pague... y otras de este jaez. No se fie el lector de apariencias, que si a ve- ces debajo de una mala capa se oculta un buen bebedor, en ocasiones también, como decia San- cho, hay mas mal en la aldehuela que el que sue- na. Y eso, es a mi juicio, lo que sucede en nues- tro caso. Las luces de la ciencia, y ese derecho torcido que nos hemos apropiado de juzgarlo to- do, nos han Ilenado de orgullo, y el orgullo es el que lleva a las naciones a la debacle. ¢Y qué remedio contra este mal? El que daba en su lecho de muerte cierto baturro aragonés a su hijo; que le escuchaba al pie de la cama, Ilo- - rando a lagrima viva. Hijo mio, \e decia, yo me voy porque mi vida se acaba, y no daba ya ni cinco céntimos por ella. Sesenta afios he vivido, y aunque'no son mu- chos, han sido los suficientes para conocer que el género humano es a la hora presente de lo peor, y que no hay por donde cogerlo, ni siquie- ra con pinzas. Los hombres son de la pelleta del ‘ diablo. y las mujeres de la piel de Barrabds. Y el mayor pecado del mundo es el orgullo. Ese, _ ese es el pie de que cojea. Y para castigo de ese 4

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