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al superior el recadito que le envié aquel demago- go de zarzuela: Anda, ve y dile al Alcalde, que diga al Gobernador, [ que no respondo del orden, que el orden lo turbo yo. . acera de enfrente se las prometen felices, y afir- a asegurar que esa sociedad, metida de hoz y de coz en semejantes trotes y belenes llegara con el tiempo, conducida por la ciencia, a una nueva fie- rra de promision. Dios los oiga, y el pecado sea sordo. Pero. aunque concedamos que son ellos la flor y nata _ suele decirse, aliquando dormitat Homerus, y ademas que en cuestiones de filosofia de la histo- ria, los catélicos no somos mancos, y hace mucho tiempo que hemos sacado los pies de la alforja. Ahora bien, es el ab c de esa filosofia que. quien siembra vientos recoge tempestades, y que _ a cada revolucién que se produce en las inteligen- cias, se arma otra en la calle. Esto no es discurrir’ por las nubes. Son habas contadas. En toda tierra de garbanzos pasa asi. Conste, pues, que a pesar de esos optimismos de la ciencia sin Dios, a mi no se me cuece el pan, . defendiendo a capa y espada su autonomia, y es bastante audaz para subirse a mayores, y enviar Pues a pesar de todo, los intelectuales de la, man que todo sale a pedir de boca, y hasta llegan. dela sabiduria, sabios de primo cartello, como-
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