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Vill En-que el autor se cansa por fin de escribir FRASES HECHAS, y la lengua espafiola si- gue tan campante, como si empezase a dic- tarlas ahora Si la sociedad se salvara con solas palabras, en un verbo estaba salvada, y casi seria el veni, vidi, vici del Emperador romano, 0 como dice el vulgo, llegar y besar; pues justo es convenir en que, si no siempre cumplimos lo que promete- mos, (y eso que lo prometido es deuda) en cam- bio somos hombres de palabra, de mucha pala- bra. Cada uno de nosotros parece que lleva en el cuerpo un orador del sistema parlamentario, don- de los oradores son parlantes, algunas veces por inclinacion, y siempre por sistema. Hablamos hasta por los codos, venga 0 no venga a pelo, de omni re scibili et aliquid ampli- us, disparando discursos a troche moche, sin pa- rarnos en barras, y somos verdaderamente terri- bles cuando cogemos la taba, aprovechando la ocasion de que nos llega la pelota a la mano para mover la sin hueso, soltar la tarabilla y echar la barredera. Pero ¢qué fuste tienen nuestros discursos? De. todo hay en la vifia del Sefior. Unas veces hablamos para decir insustanciali- ee “ lees inet

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