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eT que, como suele decirse, detras de la cruz esta el diablo, y el que parece ermita es catedral. Se me replicara «Nihil novum sub solery siem- pre ha sido asi. Es, por consiguiente, tocar el vio- i6n el hacerse ahora de nuevas, y lamentar tan hondamente lo que ha sido en todos tiempos el pan de cada dia.» Yo niego resueltamente ese supuesto y la his- toria lo niega conmigo. Desde que la Revolucién pronunci6 el rompan filas sobre la sociedad, las ideas, custodiadas antes por la Iglesia para que a ‘nadie hicieran dafio, salieron por esos mundos, campando por sus respetos, y la consecuencia ha sido que, si en punto a inmoralidad en otros si- glos se cocian habas, en el nuestro se cuecena calderadas. Hay en la sociedad un no sé qué de frialdad religiosa, y un sfsé qué de aumento de criminalidad (estadisticas cantan) ante los cuales las almas realmente buenas estan en ascuas, y la autoridad, llamada a remediar esos desdérdenes, esta verdaderamente en vilo. Claro que el remedio seria hacer entrar nue- vamente en caja, y apretarle los tornillos a esa destornillada maquina social; pero... ¢quién le po- ne el cascabel al gato?

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