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a7. Ahora bien, sefiora D*. Sociedad; Vd. sabe perfectamente que el discurso que yo he puesto en boca de ese sabio moderno y sin fe, no tiene de ficticio mas que la apariencia. En realidad ese sabio ha hablado como puede y debe ‘hablar, por- que la ciencia de tejas abajo, cuando se trata de llevar al género humano la felicidad y la paz, ni puede emplear otro lenguaje, ni puede pasar de ahi. Y digame Vd: ¢qué contestaria ese sefior cien- tifico a la catilinaria del pueblo? ¢Con qué razona- _ mientos le taparia la boca? Y sobre todo ¢con qué reflexiones le pararia los pies, el dia en que ese pueblo, cansado de esperar una dicha terrena que nunca llega, se resolviese a cortar un nudo en vez de desatarlo, y a arrancar el arbol para coger la fruta, y saliendo de su pobre casa, y parado frente a la casa elegante del rico, dijese, frotan- dose las manos de gusto: jEsta es la mia!? He ahi la cuestién. He ahi la actual, y para los anticat6licos, intrincada y enmarajiada 'cuestién; o como decia el estudiante sefialando en el encera- do la ecuacién de tercer grado que se veia negro para resolver, porque no le veia la punta /Ecce mondongum! Resumen.—La ciencia humana puede propor- cionar al género humano alas para volar, ondas para comunicar sus ideas, y maquinas para matar mayor niimero de hombres en menos tiempo. Pe- ro cuando le pide moralidad, tranquilidad o alivio en sus dolores espirituales, no tiene mas remedio
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