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cee microbios que llevar al microscopio? Porque ten- go uno precioso que acaba de Ilegarme de Paris... —jNada, nada! jcuradnos el alma! Y si nues- tros dolores no estan en el alma, porque no la te- nemos, sino en el principio vital, curadnos el principio vital. (Otra pausa angustiosa para el sabio y para la ciencia) Nada decis? ¢Hace po- co hablabais como un descosido, y ahora os ca- lldis como un muerto? Pues creeremos que la ciencia se bate en retirada o se declara en banca- rrota, y volveremos a la Iglesia, y llamaremos a Dios ya que la ciencio no puede curar, ni siquiera aliviar nuestra dolencia. —¢Eh? écémo? ¢qué palabra han osado pro- nunciar vuestros labios? ;Blasphemastis! Eso es un pecado de lesa sabiduria. ¢Volver a la Iglesia? Absit. éLlamar a Dios? ; Vade retro! La ciencia os salvard, sin ayuda de nadie. Ahora mismo lo vais a ver. Si creeréis que la ciencia no conoce el pa- fio, o se caza facilmente los dedos!... jPues hom- bre! jPues no faltaba mas!.. Y con un gesto de indignacién y arrogancia entra el sabio en su gabinete, del cual sale a los pocos segundos con un elegante libro en la mano. Ojido a la caja, hijitos, dice el doctor, que aho- ra entra la ciencia en funciones, y si lo que vais a oir no es canela en rama y oro de ley, hoy se corta la coleta la sabiduria del siglo veinte, y yo con ella. Vaya cada cofrade tomando vela y eli- giendo el medicamento apropiado a su enferme. dad. 3
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