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4a fendiendo su punto de vista a roso y velloso y a sangre y fuego. Ya se vé. Confunden, como deciamos, la paz con el silencio y el secretario con el rey. Y lo peor es que, si se les apura con argumentos, o se ha- cen los suecos, 0 toman el rabano por las hojas, cuando no se escapan por la tangente; pasando por lo mas importante de la.cuestion como gato por brasas. Pues es necesario remachar el clavo, caiga el que caiga, y hacer que pasen esos catdélicos, ve- lis, nolis, por las horcas caudinas dela verdad, demostrandoles que, cuando se habla de paz, no es todo el monte orégano, porque precisamente en los compases de silencio suele haber a veces entre los miisicos peloteras de padre y sefior mio. Voy ya derecho a mi tema, y he aqui el argu- mento irrebatible, que tumba de espaldas al mas pintado, dejandolo ademas con un palmo de boca abierta. ¢De donde nacen las guerras y los litigios entre los hombres? De las concupiscencias. _ Es asi que, gracias a las libertades de perdi- ci6n, andan hoy esas seforas por el mundo co- mo Pedro por su casa. Luego no hay paz, y por consiguiente ; Malos tiempos corren! El raciocinio, como vé el lector, no es salida de pata banco, sino una demostracién de tomo y lomo. «Cierto, dira alguno, que el argumentillo ese da en la dificultad como pedrada en ojo de botica-
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