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se partir un pifién, andan a la grefia; y unos parten pe- ras, otros se ponen las peras a cuarto, aqui se can- tan las cuarenta y se echan la escandalosa, y alla se ponen a pelar y se tiran los trapos a la cabeza. Estan a la orden del dia los espectaculos que ‘por lo repugnantes nos hacen vomitar las asadu- ras, 0 por lo crueles nos ponen los pelos de pun- ta, ante los cuales el pacifico vecino, si no va ar- mado de punta en blanco, resuelto a bailar al son -que tocan, metido entre tirios y troyanos, tiene que poner tierra por medio, y tomar las de Villa- diego, y... llamale hache. Es decir que, cogido el ciudadano entre la es- pada y la pared, no tiene mas remedio que apelar al salto de mata gritando ¢pies para que os quie- ro? si no tiene arrestos para hacer frente, y decir jaqui te quiero escopeta!/ \Esto es una Babilonia! Cierto que tenemos leyes a porrilloy a tutiplén y que algunas de ellas son excelentes, pero, co-— mo no hay peor gente que los hombres y las mu- ‘jeres, resulta que somos malos todos; y aunque — queramos ser buenos, luchando contra la corrien- te, al finda carne es flaca, y tira por aqui, tira por alla, el que no se atiene a la frase, puesta la ley puesta la tranpa, corta y trincha por donde le parece, y hace de su capa un sayo, o hace la ley mangas y capirotes y équé se sigue de ahi? que todo va manga por hombro y de capacaida, y aun- que se arregl6 caparrota, esto no se arregla. Y no obstante nos llamamos buenos, pero la capa no parece.

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