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rieris? Concedo que no acabarén esos musulma- nes por ponernos la ceniza en la frente? Concedo, también, que no por eso ven esos dos pueblos la muerte al ojo, ni la espada de Damocles pendien- te del techo, y amenazando su existencia politica: Transeat. Pero concédame también el lector, que ese solo problema no es un grano de anis para ambas naciones, sino un grano en el ojo, una es- pecie de escriipulo colocado entre la suela y ef pie, que, si no las pone en la espina de Santa Lu- cia, les hace ver las estrellas, y las saca de quicio. _ jMalos, muy malos son los tiempos que ahora corren! Las arcas del tesoro estan hechas en to- _ das las naciones un mar de llanto, y ponen el gri- to en el cielo, pidiendo que les enjuguen el. de/i- cit; los gobernantes andan de cabeza, los gober- nados con la cabeza excesivamente levantada, la moralidad esta mirame y no me toques, la fideli- dad no puede tenerse en pie, la honradez anda por los suelos, y el precio de las subsistencias. por las nubes. No hay caridad, porque la sociedad sigue, erre que erre, obstinada en no pasar por-el aro de la ley, y empefiada en resolver las cuestiones so- ciales y politicas sin contar con la huéspeda, (y la huéspeda es aqui la verdad religiosa) y quiere vendernos (y lo peor es que lo consigue) gato por liebre, es decir, filantropia por caridad. Pero co- mo la filantropia no es amor verdadero ¢qué suce- de? que llega luego el tio Paco con la rebaja. Y asi se vé que en vez de estar los hombres. a
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