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iv gado en lágrimas: tomad y leed, carísimos hermá- nos, aquí teneis lo que desea y pide con sus maravi- llas el Santo Cristo de la Agonía. Pero no podía, no debía en manera alguna hacer semejante cosa. Aunque yo estaba del todo cierto y no tenía la menor duda de que este Mensaje celestial era verdadera revelación de Dios, para obrar pruden- temente y según lo que en estos casos exigen todas las razones y conveniencias humanas y divinas, de- bía antes presentarlo á logs Excmos. Srs. Obispos y hacerlo examinar por algunos teólogos, á fin de que me dijeran su parecer. Mas la prudencia tiene tam- bién sus límites que no se pueden traspasar sin faltar ya claramente á ella; y si entonces la prudencia me exigía callar, hoy me exige imperiosamente hablar y cumplir la misión que se me ha confiado y comuni- car á los católicos españoles la voluntad de Dios por El mismo claramente manifestada. Lo que en este follecito manifiesto á los católi- eos españoles es un compendio de lo más principal que contiene el Mensaje celeste á los católicos espa- ñoles que he entregado á algunos Exemos. Señores Obispos. No lo he entregado á todos, cemo era mi vo- luntad, porque no me ha sido posible hacerlo. Confieso ingenuamente que publico este folleti- to con el fin de descargar mi conciencia de un peso inmenso que la oprime horriblemente hace ya bas- tante tiempo; jamás he tenido ni espero tener en to- da mi vida obligación más delicada ni responsabili- dad mayor que la que en sus designios ineserutables ha querido el Señor imponerme al confiarme este “Mensaje celestial á los católicos españoles”. Gon- fieso además ingenuamente jue no me consta ser cosa cierta y revelada por Dios que sea esto Mensaje lo que precisamente desea y pide el Santo Cristo de la Agonía con sus maravillas extraordinarias ni que estas lengan conexion alguna necesaria con lo con- tenido en el Mensaje. Lo que me consta ciertamente ser revelación de Dios es lo contenido en el Mensaje; y dejo á la prudencia de los lectores el juzgar si los