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15 Por algunos días estuvieron Jesús y María co- mo á porfía; El manifestándola los dolores de su Ma- dre al pie de la Cruz y la participación que tuvo por ellos en la salvación del género humano, y la Virgen descubriéndola secretos inefables acerca de los dolo- res de su Divino Hijo clavado en la Gruz y del amor inmenso con que se ofreció como víctima al Eterno Padre por los pecados de los hombres. Gon estas co- sas anduvo algún tiempo bastante turbada é inquie- ta temiendo por una parte que ella nada podria ha- cer y recelando por otra se mezclase en esto algún engaño del demonio; y un día en la comunión le di- jo el Señor; “Hija mía, haz cuanto te ha dicho mi Madre, y no temas jamás engaños alguno de mis enemigos en el momento de comulgar”. Y manifes- tando el Señor semblante severo y un tanto disgusta- do, añadió: “¿Por qué temes y recelas asi? ¿No se ha cumplido hasta ahora todo cuanto te he manifes- tado?” ¡España! ¡España! ¡Que mal correspondes á los beneficios inmensos que se te hacen! Un día en la comunión vió á Jesús que triste y suspirando repetía: “Mis enemigos se afanan y no se dan un punto de reposo, mientras que mis escogl- dos y mis amados se dejan dominar por la pereza. ¡España! ¡España! ¿qué haces y cómo correspondes á las gracias y beneficios que se te conceden?”., Vién- dole suspirar tanto le preguntó ella: “Señor, si eres glorioso y completamente feliz, ¿cómo suspiras asi eee “Amo tanto á mis criaturas, le respondió el Señor, que mi amor suspira por ellas. Si fuera necesario, otra vez bajaría del cielo y moriría por los hombres. ¿Cuando desharás los hielos?”, Je dijo también el Señor. “¿Qué son los hielos?”, preguntó ella, “Las álmas tibias, que son las que más contristan y amar- gan mi corazón.”

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