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8 almas habían llorado sus pecados y se habían recon-. ciliado con Dios. Una fuerza misteriosa é irresisti- ble la obligó á arrodillarse ante aquella Cruz bendi- ta, y allí postrada de hinojos, considero uno por uno todos sus pecados, recordó los favores y benefi- cios que Dios la había concedido, meditó muy despa- cio la Pasión de Jesús y los Dolores de María Santí- sima, y reconociendo haber sido ella misma causa de estos dolores, y sintiéndose culpable de la más horri- ble y monstruosa ingratitud, se partió su corazón de dolor, y dando rienda suelta á su pena y á sus lágri- mas, lloró amargamente y á voz en grito su tibieza y sus deslices y prometió de veras morir mil veces an- tes que volver á renovar la Pasión de Jesús y los Do- lores de la Virgen con nuevas ingratitudes y pecados. Y como lo prometió, así lo ha cumplido hasta el pre- sente, con la gracia de Dios. Después de haber llorado por mucho tiempo sus pecados ante aquella Cruz bendita, quiso, antes de levantarse y separarse de ella, dar á Jesús una prue- ba de .amor verdadero y arrancar de cuajo y para siempre de su apenado corazón la maldita tibieza, causa de todos sus deslices, y para esto hizo la si- guiente oración que ella acostumbra llamar su ofre- cimiento y promesa: “Señor y Dios mío, muy ingrata he sido conti- go y muchísimo es lo que te he ofendido; desde hoy * quiero amarte más, mucho más de lo que te he ofen- dido; te amo con todo mi corazón y con toda mi al- ma, y ya no sé qué hacer para amarte más de lo que te amo. Si en tu sábiduria y poder infinitos tienes algún medio por el cual puedas hacer que yo te ame aún más de lo que te amo, te suplico por tu infinita bondad “que te dignes concedérmelo, aunque para ello tenga yo que sufrir los mayores tormentos. Si renunciando yo al cielo y sufriendo por toda la eter- nidad las penas todas del infierno, pudiera yo hacer que fueras más Dios de lo que eres, y conseguir que fueras infinitamente más perfecto, feliz y dichoso de lo que eres, desde ahora para “siempre renuncio con