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A que encendiéndose á sí mismo, parecióndole poco cuanto por él hacía, tiraba con sus afectos más allá de lo que podian llegar sus fuerzas. Esto casto temor le tenía siempre con recelo de no perder á Dios, y deseaba verse fuera de esta vida por verse libre de este peligro. 'Temía no se man- chasen sus buenas obras con las imperfecciones que, escondiéndose al que las hace, sútilmente se pueden mezclar con ellas, y á los ojos de Dios estan patentes. Esto le obligaba á que frecuen- tase tan á menudo el Sacramento de la Peniten- cia y todos los dias se confesaba ántes de decir Misa. A 89. Con la larga experiencia que tenían sus di- rectores de la limpieza de su conciencia y del mucho cuidado que llevaba con la suya, le de- cian que para qué confesarse tantas veces, que fuese á decir Misa sin confesarse, Respondía con algun lugar de la S, Escritura 4 propósito, que tenía para esto gracia particular para cualquier materia que se ofrecia: « Cuncta cogitatio cordis intenta.... ad malum omni tempore »; otras veces: « Serutans corda et renes Deus »; otras: « Es que conviene dar otras coladas: amplius lava me ab iniquitate mea »; otras decía: « Para recibir la gracia del Sacramento de la Penitencia. Para llevar más aparejo al Altar. » Este casto y filial temor nacía de la caridad que tanto teme la ofensa de

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