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CELO DE LA ORDEN * de veras amaba á la Religion y cuan verdadero hijo suyo era, en el celo con que procuraba sus mayores aumentos. Mostrábase acérrimo defensor de la guarda de la Seráfica Regla, de su pureza y perfeccion, singularmente de la santa pobreza: no quería se buscase sino lo preciso sin cuidarse del dia de mañana: « Confiemos en Dios (decía), que él nos proveerá: cuidemos nosotros de las co- ' sas de su servicio y de las divinas alabanzas, que El cuidará de sustentarnos. » Sic nos tu visita sicut te colimus, solia decir en estas ocasiones. Repetia muchas veces con extraordinaria alegría: « Gran - cosa es que no tengamos procurador en la tierra, E y que sean nuestros procuradores Cristo y su San- tísima Madre, y sus sustitutos los santos Angeles; gran cosa y grande honra, bien podemos vivir des- cuidados con tal cuidado: y si alguna vez parece que se descuidan, tambien es cuidado suyo que. seamos pobres, y nunca somos más frailes menores que cuando padecemos por Dios alguna escasez en las cosas necesarias. » En la guarda de los esta- tutos generales de la Orden era observantísimo, no dejaba ninguno de sus quebrantamientos sin el de- bido castigo. Velaba mucho para que en su tiempo no se introdujese en la Orden la menor novedad; deteníala por relajacion, aunque fuese con pretexto más perfecta, y decía á este propósito: « Ya nuestra Religion tiene recibidos por mejores los medios que

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