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62 AMOR A DIOS —— y 59. Pero sobre todo el conocimiento de su infi- - nita bondad tenía tan alta estimacion en su alma, conociéndola digna de amor infinito, que deseaba amarla á medida de toda su grandeza; y viendo que sus fuerzas no se extendían á tanto, se quejaba de su corto caudal y extendía su afecto á todo lo que deseaba y no alcanzaban las suyas. Esta era la razon porque cuando salía de la oracion, ó había acabado de decir Misa, repetía muchas veces con grande afecto: « ¡Infinito! ¡qué infinito! » De este conocimiento le nacía un grande deseo de agradarle - en todo y de hacer en su serviciocosas grandes, buscando en todas sus acciones su mayor gusto y : su mayor gloria. Esto le tenía con cuidado de no ofenderle advertidamente con la culpa más leve, y como hemos dicho no le ofendió con otra grave en toda su vida, y las leves las lloraba y se casti- gaba como si fueran graves, el amor que tenía á su Majestad hacia se lo parecieren: y por las que se hacían á este Señor las lloraba y sentía, como si él las hubiera cometido. De este mismo amor le nacía tambien un celo grande de su honra y - servicio, y que procurase se mantuviese el su- blime estado de nuestra Religion en su primera y nativa perfeccion y rigor, y que su divino culto y alabanzas no faltasen ni de dia ni de noche en el Coro y en la Iglesia á sus horas. Esto hacía que - á cuantos hablaba, exhortase al servicio de Dios;

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