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a A PS 2 Cra Y Dn ps bs pl. re NAS as E Ñ de ke Ñ 5 4 $ ¡eN N ds E 22 o alo del $ Cl AE 40 OBEDIENCIA en otra casa donde no le había enviado; y lo más admirable de su obediencia fué que teniendo los re- ligiosos permision de los Prelados para las cosas menores, jamas hasta que murió quiso valerse de ella: tan nuevo se mostró á los 64 años de Reli- +9 5. gion en este punto, como cuando era novicio. Para cualquier cosa que se le ofrecía, iba á pedir su ben- dicion al Prelado: para beber fuera de las comi- das, para lavarse el hábito, para remendarlo, para volyérselo 4 poner, para hacerse la tonsura; ni aun las uñas se cortaba sin licencia; no pensaba en otra cosa sino en como haría la voluntad de Dios en todas las cosas y al mismo tiempo la de los Prelados. Solía decir que en ningun otro ejer- cicio por santo que fuese sabía si haría la volun- tad de Dios, pero que en los de la obediencia sabía que la hacía, pues el mismo Cristo nen que los que obedecen á sus Prelados le obedecen á El. « Gran cosa es, decía, no tener propia voluntad y vivir por la de Dios »: y con este conocimiento posponía todos sus ejercicios, por santos que fue- sen, á la obediencia. « Obedecer, decía, es dejar lo dudoso por lo cierto, es dejar á Dios por Dios más claramente conocido. » « Más agrada á Dios, decía, comer y dormir por obediencia, que ayunar á pan y agua y azotarse hasta derramar sangre por pro- pia voluntad, porque en aquello se merece y en esto se pierde el mérito. »
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