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CAPÍTULO IV. e 25 Humildad verdaderamente fué juzgarse indigno de la vision de Cristo, cuando Cristo le juzgaba digno de la suya. 91. Fué entre todas sus virtudes la de su humil- dad admirable, la que conservó todas las suyas para que no las desvaneciera el viento de la vanidad. Una santidad que no peligra entre las honras es ar- gumento de rara humildad: fuelo la del P. Ignacio, nicas en la tierra, favorecida del cielo, impug- nada del infierno con vientos recios de nidad! y que ni los hombres venerando la suya, ni con los favores del cielo, mi con las batallas de los de- monios. peligrase ni rompiese la suya, dando á Dios la gloria de todo, y que las honras y favores fuesen su mayor tormento: fué prueba de que fué grande su humildad. Ya en vida fué tenido por santo y venerado como á tal de cuantos le tra- taron: estando aun en la provincia de Milan, hizó de él estimacion grande el santo cardenal San Cárlos Borromeo, que por gozar de su conversacion le convidaba muchas veces á su mesa. En Valencia le honró mucho el Beato patriarca Juan de Ri- bera, le visitaba y tenía largas pláticas con él de Dios, y le quiso hacer retratar y lo dejó por no ofender su modestia. Si bien otros llevados del mismo fin lo hicieron con mucha cautela, y sa- _ biéndolo despues el siervo de Dios se desconsoló mucho, diciendo que lo habían engañado. Otros

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