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- CAPÍTULO XLIV, 9245 Ud hombre, pasaba de largo sin entrar gota, como si estuviera tapiada la puerta; y para que el milagro se manifestase más, en Otra casa que estaba al lado de esta, entró tan alta el agua que llegó casi á cubrir las cabalgaduras que estaban en el esta- blo; y al rededor de la misma casa de Juan de Avila, subió más de una vara. Duró esta crecida cuatro dias, cercados de agua por todas partes, sin poder ser socorridos de nadie: y estuvieron de esta suerte seis dias, sin tener que comer cosa alguna, sino el vino de sus tinajas y el agua que habia entrado en su casa ántes que pusiera á su puerta la reliquia del”P. Ignacio. Pasada esta avenida, Juan de Avila y su mujer publicaron á todos este grande y manifiesto milagro del siervo de Dio 294. En otra ocasion, estando por labradores de la misma hacienda y en la misma casa, Juan Mar- tinez y su mujer: de repente. se movió una tem- pestad grande de truenos, relámpagos y rayos que amenazaba piedra. La mujer del dicho Juan Martinez, temiendo no destruyese el término, con grande fe tomó unas reliquias que tenía del P. Igna- cio y las colgó en la misma puerta: y fué cosa prYo- digiosa, que en el mismo instante, se deshizo como humo toda aquella tempestad y se serenó el cielo. 295. Había dado el P. Ignacio aun viviendo á Doña Ana Bou y de Berdiel, de la ciudad de Valen- cia, un cordon que ella le había pedido. Estimábale
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