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CAPÍTULO XLII. 241 987. Jaime Ruiz, hijo de Baltasar Ruiz, vecinos de Orihuela, tuvo una vez tan vehementes y agudos dolores en ambos brazos, que le obligaban á que se quejase á grandes gritos, sin darle treguas el menor rato de descanso ni de dia ni de «noche: Encomendose de veras á los ruegos del P. Ignacio, promitiole si le libraba de ellos, de poner en su sepulero para memoria un cuerpo de cera: pusié- ronle sobre sus brazos unas reliquias suyas, y al instante se le quitaron los dolores y estaba bueno. 288. Catalina Guevara mujer de Pasqual Mestre, de Orihuela, se vió en el peligro de la muerte por una enfermedad que le dejaba tan apretada la gar- ganta, que no sólo comer, pero apénas la permitía el respirar. Imploró los méritos del P. Ignacio: pu- siéronle al cuello unas reliquias suyas, y sin más remedios, le tuvo su mortal peligro. : 289. Doña Ana Rocamora, mujer de D. Luis Ro- cafull, tuvo un hijo suyo niño enfermo de pasmo que-le tenía sin esperanzas de vida. Prometiole al P. Ignacio que si le alcanzaba la salud á su hijo, le vestiría de su hábito: púsole al cuello unas reli- quias suyas, y luego le vió con alegría suya, libre de aquel mal tan terrible: y cumplió su promesa vistiéndolo de hábito Capuchino, agradecida al siervo de Dios por haberle alcanzado la vida á su hijo, porque ya otro se le había muerto del mismo mal de pasmo. 16
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