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CAPÍTULO XLIII. visitar su sepulcro, y con vivas lágrimas pidió al P. Ignacio se doliese de ella y de su marido, y le aleanzase salud para que se pudiese confesar: y le ofreció hacerle decir una Misa en hacimiento de gracias, si se la alcanzaba. Hecha esta oracion, volvió á su casa: y no sin admiracion suya y gozo . grande, halló había cobrado el juicio su marido, y tan sano y bueno que aquella mañana fué á la iglesia á confesarse y comulgar y dar gracias á Dios por tan señalado y repentino beneficio como le había hecho por medio del P. Ignacio. 284. A Jerónima Torres, de Orihuela, se le hizo una hinchazon “en la cabeza y narices que le daba mucha molestia. Llamó un cirujano para su cura: el cual la dijo que aquella enfermedad era muy peligrosa y dificultosa de curar. Afligiose mucho la mujer oyendo tenía su mal tan dificultoso el re- medio con los medicamentos de la tierra. Vol- viose 4 buscar los del cielo, y el que primero se le ofreció fué la intercesion del P. Ignacio: y el otro dia se encomendó con mucho afecto á él, aplicó sobre la hinchazon unas reliquias suyas: y dentro de tres horas, reventó la hinchazon arro- jando mucha materia: y sin más medicinas se halló perfectamente buena, obligada y agradecida 4 Dios y á su siervo, que con tan suave y fácil medicina tuvo remedio el mal que lo tenía tan di- ficultoso.
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