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perdió del todo el uso del hablar, sin poder acabar la confesion, y estuvo sin hablar cinco dias y tan sin esperanzas de vida que ya le habían dado la Extrema-Uncion. Llegáronle á visitarle una tarde los Padres Fray Serafin de Onteniente y Fray Joaquin de Flandes, Religiosos nuestros: habían juzgado los médicos que moriria aquella noche; y estaba ya privado de todos su sentidos, y apénas se le conocía pulso. El P. Fray Serafin con mucha confianza imploró los méritos del P. Ignacio, y le puso sobre el pecho un pedazo pequeño de su hábito: y al punto, el que estaba insensible, dió muestras de sen- timiento; pusóselo sobre la boca, y significó quería hablar, pasóselo otra vez sobre sus labios y pronun- ció con mucha claridad tres veces « Jesus », y otras tres: « Madre de Dios, ayudadme », y otras tres: « P. Ignacio, ayudadme »; fué cosa tan digna de admiracion, que al mismo instante se sintió bueno, suelta la lengua, hablando perfectamente y con tanto aliento, que él mismo se sentó en la cama y poniendo la una mano sobre la otra, haciendo como quien es- cribía, le dijo: « P. Serafin, escribame el nombre de este Santo P. Capuchino que me ha curado, que quiero de hoy más tenerle por mi devoto. Dejó á los presentes la admiracion fuera de sí, viendo mi- lagro tan patente, alabando todos á Dios que tan admirable se manifestaba en su siervo el P. Ignacio. Fuelo 4 ver el otro dia Fray Joaquin de Flandes, CAPÍTULO XLI. 211: es E A

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